martes, 1 de febrero de 2011

Reflexiones nobiliarias

En la entrada del 29 de diciembre del pasado año se informó de la publicación de dos trabajos de don Armand de Fluvià i Escorsa.

Uno de ellos era “Historia de una falsificación nobiliaria: la Baronía de Gavín en Aragón”.

Se trata de un trabajo en el que se demuestra, con pruebas fehacientes, que la rehabilitación de la baronía de Gavín en 1982 fue un fraude en toda regla. Presunto.

Como era de esperar, este estudio ha levantado una considerable polémica en los ambientes heráldico-nobiliarios, tanto académicos como aficionados.

Tanto es así que incluso el mejor -a mi juicio, y de otros muchos-, blog dedicado a nuestras ciencias que existe en castellano, el Blog de Heráldica, publicó una entrada al respecto el día 21 del pasado mes bajo el título “Diagnóstico: cólera heráldica crónica”. En ella se manifestaba lo desagradable que resulta el perenne enfrentamiento que existe entre los diferentes bandos que pueblan la comunidad heráldica.

Tras la lectura de la mencionada entrada me planteé una serie de “reflexiones nobiliarias”, de las que trasladé un anticipo al redactor del Blog de Heráldica -el comandante Carrión-, que tuvo a bien publicar, aun a riesgo de deslucir su magnífico espacio, el día 25, y que son las que siguen:

Al barón de Gavín no le conozco personalmente pero por lo que me cuentan y por lo que veo en las webs dedicadas a nuestras ciencias es un hombre de elevada cultura y talla intelectual. Es autor de diversos libros y asiduo a las reuniones de la comunidad heráldica de la capital. Asimismo es Académico de Número de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía (RAMHG) en la que actualmente desempeña el cargo de Vicedirector. Es además, según creo, uno de los mayores entendidos en órdenes y corporaciones nobiliarias, además de caballero del Real Cuerpo de la Nobleza de Madrid y de la Orden de Malta.

Como no está bien pensar mal de los demás, al menos a priori, y tras ver este currículum, parecería mentira que el trabajo publicado pueda estar en lo cierto.

Obviamente, como tal lo tomaría si no conociera personalmente a su autor. Don Armand de Fluvià.

Don Armand de Fluvià i Escorsa es el Asesor de Heráldica y Genealogía de Catalunña. Además es, coja aire apreciado lector: Profesor de la Escuela de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria de Barcelona, fundada por el Instituto Luis de Salazar y Castro (1961-63). Profesor de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria catalanas (1984-94). Miembro del Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica (1956). Diplomado en Genealogía, Heráldica y Nobiliaria (1963). Miembro de la Societat Catalana d'Estudis Històrics, filial del Institut d'Estudis Catalans y vocal de su Junta de Gobierno (1963). Curso de historia de Cataluña hecho por el historiador Ferran Soldevila. Secretario de la Junta Directiva de la Sección Provincial de la Asociación Española de Amigos de los Castillos (1964-71). Premio Franckenau de Genealogía, del Instituto Internacional de Genealogía y Heráldica (1965). Caballero de la Orden Constantiniana de Sant Jorge (1965) y de la Orden de Saboya de los Santos Mauricio y Lázaro (1994). Medalla de Bronce del Milenario de Lloret de Mar (1966). Miembro del Instituto Luis de Salazar y Castro, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (1967) ocupando la vacante dejada por defunción del Barón de Benasque (medalla nº 28). Miembro Protector del Institut d'Estudis Gironins (1967). Socio Numerario del Institut d'Estudis Empordanesos (1967-93). Miembro del Patronat d'Estudis Ausonencs (1968), de la Asociación de Antiguos Alumnos de la Escuela de Genealogía, Heráldica y Nobiliaria, de Madrid (1970), de la Societat Cultural Urgel·litana (1978), y de la Reial Societat Arqueològica Tarraconense (1979-93). Asesor de Heráldica en el Departament de Governació de la Generalitat desde 1980. Fundador y presidente de la Societat Catalana de Genealogia, Heràldica, Sigil•lografia i Vexil•lologia (1983-2007). Asesor del Arxiu Històric de la Ciutat de Barcelona (1983) y del Arxiu Nacional de Catalunya (1983). Miembro de la Societat Catalana d'Onomàstica (1983-95). Premio Arenberg de Genealogía, de la Confédération Internationale de Généalogie et d'Héraldique (1984). Miembro del Centro Nacional de Investigaciones Genealógicas y Antropológicas de Quito, Ecuador (1985), de la Academia de Ciencias Genealógicas y Heráldicas de Bolivia; de la Acadèmia Mallorquina d’Estudis Genealògics, del Centro de Estudios Genealógicos e Históricos de Rosario, Argentina, de la Sociedad Portorriqueña de Genealogía, del Centro de Estudios Genealógicos de Córdoba, Argentina (1985), correspondiente de la Academia Guatemalteca de Estudios Genealógicos, Heráldicos e Históricos (1985), y asociado de la Académie Internationale d'Héraldique (1985). Miembro del Plenario de la Comisión del Milenario de Cataluña (1988). Miembro de la Società Italiana di Studi Araldici. Académico correspondiente de la Real Matritense de Heráldica y Genealogía (1990). Asesor de Heráldica y Genealogía de Catalunya, por nombramiento presidencial (1991). Miembro correspondiente del Centro Interdisciplinario de Estudios Culturales de Buenos Aires (1995). En 1995 fue el promotor y un de los fundadores del Institut d’Estudis Nobiliaris Catalans, del que es miembro de la Junta de Gobierno. Académico extranjero de la Academia Heráldica de Historia, de Colombia (2001). Miembro correspondiente de la Junta Sabatina de Especialidades Históricas, de Buenos Aires (2002). El 2000 la Generalitat de Catalunya le concedió la Creu de Sant Jordi, y en 2008, el Ayuntamiento de Barcelona le atorgó la Medalla d’Honor de la Ciutat. Profesor de Heráldica de la Escola Internacional de Protocol de Cataluña de la Universitat Pompeu Fabra (2003-04 i 2004-05). Socio honorario de la Associazione dei Possessori di Certificazioni di Genealogia, Armi Gentilizie e Nobiltà Rilasciate dal Corpo dei Re d’Armi di Spagna (2006). En 2008, fundó la Institució Catalana de Genealogia i Heràldica (ICGenHer) de la cual es presidente.

Estará de acuerdo conmigo que se trata de un currículum que quita el hipo.
Pero es que además, para don Armand, solo se pueden tenerse palabras de agradecimiento por toda una vida dedicada a nuestras ciencias. Casi se podría decir que hay un antes y un después de don Armand de Fluvià en las ciencias heroicas. Al menos en Cataluña. Antes de su incorporación a la Gran Enciclopedia Catalana, la genealogía estaba altamente desprestigiada por los continuos falsarios que no habían dudado en destruir archivos para contentar a sus clientes. A partir de la llegada de don Armand a la GEC, y gracias a su tesón, su rigor y su buen hacer, la genealogía y ciencias afines, vuelven a gozar de cierto prestigio para los historiadores y para el mundo académico en general.

Con esto no estoy quitando méritos a otros genealogistas, sino que constato un hecho. Al menos, la heráldica y la genealogía en Cataluña, serían otra cosa hoy en día si don Armand no hubiera puesto un poco de orden.

Todo esto viene al caso porqué considero que el estudio está totalmente en lo cierto y las pruebas que aporta son del todo inapelables. Don Armand se ha caracterizado siempre por aportar los documentos necesarios para probar sus teorías. Don Armand siempre defiende que, en genealogía, se llega hasta donde las pruebas lo permiten. Ni un segundo puede un genealogista dejar volar su imaginación para entroncar a su cliente con el último rey godo, o con un hijo bastardo de Carlomagno. Siempre serán los documentos los que marcarán el principio y el final de la investigación genealógica. Y esto don Armand lo tiene grabado a fuego en su cabeza.

Don Armand es un verdadero azote de falsarios, con varios estudios publicados al respecto, como por ejemplo: La pretesa noblesa dels Bofarull de Savallà del Comtat i de Santa Coloma de Queralt, traslladats a Mataró (La pretendida nobleza de los Bofarull de Savallà del Comtat y de Santa Coloma de Queralt, trasladados a Mataró); o Informe sobre la noblesa d’uns Roca, endollats a uns homònims de Vilafranca del Penedès (Informe sobre la nobleza de unos Roca, enchufados a unos homónimos de Vilafranca del Penedès), entre otros.

Todo esto no es más que para decir que me fío ciegamente de lo que pueda decir don Armand en sus estudios. No tengo motivos para dudar de él.

Como decía el comandante Carrión en la entrada de su Blog de Heráldica, es un asunto ciertamente desagradable y que sin duda ensanchará la brecha que separa los diferentes “bandos heráldicos”. No obstante, si de lo que se trata es de desenmascarar a presuntos falsarios, bien merece la pena que la brecha se agrande.

Me dicen también, que algunos académicos de la matritense, están de acuerdo con el informe de don Armand, con lo que todo apunta a que existirá un consenso al respecto.

Para agravar, a mi modo de ver, aun más el asunto, parece ser que las sospechas sobre la legalidad de la rehabilitación de la baronía de Gavín, eran un secreto a voces desde hace tiempo. Véase este enlace donde, ya en 2009, la revista Cuadernos de Ayala, apuntaba algo al respecto.

¿Cómo es posible que se haya podido llegar hasta este extremo? ¿Cómo puede ser que, sabiéndose, no se hiciera algo antes? Personalmente creo que no se hizo para evitar un escándalo, pero, ¿acaso no es mayor el escándalo al saberse que se conocían los hechos y no se hizo nada? Saquen los lectores sus propias conclusiones.

Dicho esto yo me pregunto: ¿qué necesidad tenía don Manuel Fuertes Rojo de rehabilitar un Título nobiliario de forma, presuntamente, fraudulenta?

Yo creo que ninguna.

¿No es una lástima que toda una carrera dedicada a las ciencias heroicas quede desprestigiada por unos, presuntos, hechos tan desagradables?

Yo creo que sí.

También me dicen que ni el Ministerio Fiscal ni la Casa de Alba van a hacer nada para solucionar este presunto fraude. Personalmente, no me extraña.

En definitiva, los falsarios son, para mí, los que mayor daño infligen a la comunidad heráldica, ya que por cada paso que ésta avanza, una falsificación la hace retroceder dos. De esta manera no solo se pone en tela de juicio al propio falsario sino a toda la comunidad que ve torpedeada su credibilidad y a la que cada vez le resultará más difícil levantar cabeza.

¿Cómo podemos después extrañarnos de que ni la Administración ni la sociedad en general nos haga el menor caso? Somos los primeros que tiramos piedras sobre nuestro propio tejado.

No será el ni el gobierno, ni la incomprensiva sociedad, ni el tiempo quien, visto lo visto, dé la puntilla a nuestras ciencias. Seremos nosotros mismos, los que formamos, en mayor o menor medida la comunidad heráldica, quienes acabemos con ellas.

Esperemos que este desagradable asunto se solucione cuanto antes. Las ciencias auxiliares de la historia no pueden permitirse ni hechos como estos, ni que existan diferentes bandos en su seno, y mucho menos enfrentados. Pocos que somos, deberíamos estar remando todos en la misma dirección por devolverles el reconocimiento y el prestigio a unas ciencias que nunca debieron perderlos.