jueves, 15 de marzo de 2012

La langosta de la discordia (y VIII)


Ya esta querido lector. Esta es la última entrada referente a la polémica sobre el escudo de la villa de Llagostera. Ya no le molesto más. 

He reservado la última entrada para exponer algunas reflexiones propias, que surgen a raíz de lo que hemos venido leyendo estos días. Ventajas de ser el redactor.

La crítica forma parte de la personalidad desde que el mundo es mundo, pero en determinados lugares, este aspecto del ser humano, pesa más que en otros. 

Lamentablemente, España es uno de esos lugares. Y lo es ya que entre los magníficos ejemplares de nuestra ibérica fauna se encuentra el criticonus ibericus, más conocido como criticón común. Se trata de una especie animal de amplia difusión en todo el territorio peninsular, pues se adapta perfectamente a cualquier hábitat.

Su capacidad de adaptación es legendaria, y no es difícil observarlos durante sus salidas cinegéticas. ¿Quién no ha visto a grupos de criticones ante las obras, en la calle, comentando la labor del sufrido peón? Incluso, para más inri, se permiten aconsejarle sobre la cantidad de agua que hay que echar al mortero, o sobre el tipo de ladrillo a emplear  para tal o cual estructura.  Estos criticones forman parte de la subespecie criticonus ibericus architectus y suelen ser ejemplares de edad avanzada.

Los bares son otro de los lugares preferidos de esparcimiento y descanso de esta especie. Ahí pueden dar rienda suelta a su personalidad, sobre todo los lunes, cuando comentan los partidos de fútbol, o de cualquier otro deporte (que en esto, el criticón común no hace distinciones, pues es el carroñero por excelencia de la fauna ibérica). Estos ejemplares son de la subespecie criticonus ibericus sportistus.

A pesar de todo, estas subespecies son bastante pacíficas. Incluso tienen su encanto.

No obstante, en este hábitat de los bares, que es donde el criticón se siente más cómodo, reina otra subespecie de criticón común: el criticonus criticonus ibericus. Este es el rey de los criticones. El macho alfa. El dominante. Acecha medio escondido entre las mesas, esperando a que se desate alguna polémica en la que poder meter mano. Y lo mismo se atreve con el fútbol que con la política. Con los toros que con la última exposición del museo del Prado. No le hace ascos a nada, porqué de todo sabe. Los miembros de esta subespecie son pocos, pero hacen mucho ruido. Defienden sus argumentos con vehemencia, procurando que todo el mundo les oiga, aunque estén equivocados. ¡Y pobre del que les muestre su estupidez! Entonces es cuando aparece el lado más primario de esta especie y cualquiera puede salir mal parado, pues el criticonus criticonus no dudará en utilizar, cuantos medios estén a su alcances, para desacreditar a su adversario. Por ejemplo, escribir cartas a los periódicos.

No hay que bajar nunca la guardia con el criticonus criticonus puesto que, aunque suele encontrarse en los bares, su gran capacidad camaleónica, le permite moverse por cualquier lugar sin levantar sospechas. Esperando el momento adecuado para atacar.

Esta subespecie es la que se permite, desde la más completa ignorancia sobre el asunto, criticar la labor del Asesor de Heráldica y Geneología de Cataluña en la oficialización del escudo de la villa de Llagostera. Y lo hace sin tener ni la más remota idea. Sin saber que la heráldica es un arte, pero que también es una ciencia, y, como tal, tiene sus normas y sus reglas. 

Por favor, igual que los heraldistas (permítame que en un ataque de vanidad me considere a mi mismo heraldista) no nos metemos a opinar sobre química o sobre ingeniería informática, sería un detalle que los que no tienen ni idea sobre la ciencia del blasón, se limiten a sus labores, que, con la que está cayendo, es lo más sensato.